lunes, 22 de noviembre de 2010

La Fisgona Indiscreta viaja a Italia hasta el día 2 de diciembre. No viaja ni por vacaciones ni por negocios. Entonces, ¿por qué marcha hacia aquellas tierras? Tal vez a la vuelta desvele la respuesta a esta pregunta.

martes, 16 de noviembre de 2010

El retorno de la Fisgona Indiscreta.

La Fisgona Indiscreta decidió adentrarse en la Naturaleza por dos semanas, duró cinco días. El primer día tenía decidido escapar del ruido de la ciudad; ese ruido constante que ensordece las súplicas del cuerpo que necesita otro espacio y otro tiempo. Es el tiempo sin tiempo del niño. Cogió una mochila, un saco de dormir y una tienda de acampada marca Quechua, se compró un billete de tren y se fue sola cerquita, al Pirineo Catalán. El trayecto del viaje se le hizo corto, estaba con el alma pletórica en busca de esa paz anhelante y que tan evasiva resulta en Barcelona. Llegó a su destino en plenitud de su fuerzas, y comenzó el senderismo. No quería mapa, seguiría tan solo a su instinto para que le guiara, y lo único que hacía era apartarse de cualquier trato humano. Caminó y caminó, hasta que se hizo de noche. Lanzó al suelo su automática tienda y durmió de lo cansada que estaba. Al día siguiente se daría cuenta de que había aterrizado al lado de una autopista. Aquello tenía poco de bucólico, así que sin ducharse y sin desayunar decidió seguir su periplo. Por fin llegó a un lago. En un ricón apartado se instaló. Por primera vez respiró aquello que anhelaba. Los primeros minutos fueron dichos, los segundos inquietantes, y en los terceros se preguntaba qué hacía allí. ¿Tenía como misión encontrarse así misma? ¿Y qué encontraba en el silencio de la naturaleza? Una intranquilidad que día a día se fue convirtiendo en miedo. Miedo a los ruidos, miedo a encontrarse con alguien, miedo a no poder volver, miedo a volver, miedo al hambre, miedo a que le pasara algo, miedo a que la violasen, miedo y más miedo. Ni comunión ni experiencia mística ni na de na. Los días se alargaban en una eternidad, y se acordaba de los libros que tenía por leer, la música que debía escuchar, los amigos que quería visitar, los familiares a quienes tenía que decirles algo. Comía cuando tenía hambre, bebía cuando tenía sed, y dormía cuando el sueño la visitaba, así que comía mucho, bebía bastante y dormía a todas horas. Cuando el contacto con la civilización se le presuponía huraño se percató de que aquella experiencia iba a cambiar su personalidad. Una personalidad imperfecta, pero que le iba a ser arrebatada, así que decidió volver. Lo que iban a ser dos semanas tan sólo fueron cinco días, cinco días que le resultaron cinco meses o cinco años. Y cuando llegó a casa, se dio cuenta que era precisamente allí donde más a gusto estaba, con la televisión, la radio, los libros, la nevera, la cama, el sofá, el teléfono,los cuadros. Fue besando cada uno de los objetos que la rodeaban, mientras murmuraba: Et in Arcadia ego.