lunes, 25 de julio de 2011

El hombre a quien le perseguían los perros

Paseo aburrida y tranquila por las calles de Barcelona. Entre el tedio y la felicidad, muletas que me ayudan a caminar y que se alternan en el esfuerzo: primero una, después la otra. Hace tiempo que no me perdía así, y descubro: un bar fashion que no ha tenido éxito y que traspasan, un hotel nuevo detrás del ambulatorio que pilla cerca de mi casa, sillas y mesas, mesas y sillas con fumadores que se toman el refresco out del bar, marroquíes, palestinos, chinos, emigración, que tanto pavor nos provoca, y un hombre al quien le persigue un perro. Y me doy cuenta, que esto es lo más estable que hay en el barrio: esos hombres ya mayores, a menudo solitarios que pasean con sus mascotas caninas, normalmente pequeñas y feas, tan viejas como ellos, y que siguen la sombra de su amo. Estos chuchos son conocidos por su mal genio, por lo poco lavados que están, y por lo fieles que se mantienen a sus dueños. Amo y perro(s) se mimetizan. De todos es sabido que ambos llegan a tener un rostro parecido. Y no sé si preguntarle la hora al peludo acompañante y ladrarle al hombre, o al revés. Tal vez, tendría que olerle el culo a los dos para saber de ellos: si probaron hembra, si cagan bien, si tan sólo esperan del mañana un nuevo pasear. Tal vez me hable el perro y me diga que rasque a su amo en el cuello como si fuera un gato. O tal vez, los dos me ladren, me saquen los dientes, y me manden a hacer puñetas. 

miércoles, 20 de julio de 2011

Crisis, crisis, crisis

La Fisgona Indiscreta no es economista, así que no puede valorar el impacto mundial que tiene esta crisis. Pero oye un rumor que recorre las calles, las ciudades, los países, que se repite como un eco en boca de muchos, y dice así: no nos lo dicen, pero la cosa está mucho peor de lo que anuncian. Quienes formulan las siguientes palabras lo susurran como un secreto, como algo que tan sólo comparten con el oyente, como si se tratara de un interlocutor cómplice. Y éste se hunde en un abismo de incertidumbre y de pesimismo: es todavía peor de lo que anuncian los periódicos, la televisión, Internet. ¡Dios mío! Y la Fisgona se pregunta: para qué nos sirve tanta información sino estamos realmente informados. Y es cuando la vida es sueño se convierte en la vida es una pesadilla paradójica. La Fisgona opta por no creer a nadie, ni al interlocutor-espía, ni a los periódicos ni a la televisión ni a Internet. Y si algún día todo se va al garete, optará por emigrar a un lugar donde nunca pase nada, como uno de los protagonistas de Los detectives salvajes de Bolaño. Y allí será feliz. Ese lugar lo llamará Jauja; pero tal vez se aburra pasado un tiempo, y decida sumergirse otra vez en esas aguas de crisis de las que algo bueno debe salir: un pequeño tronco, una barca a la deriva o una isla tropical. Y si no es así, todos a la mierda, y ya está.

lunes, 18 de julio de 2011

La sandalia azul

Había una vez una sandalia azul y dijo que le aburria este cuento y dijo que lo borraramos y asi acaba el cuento. Un cuento bonito verdad?
Lara en el blog de la fisgona indiscreta.


miércoles, 13 de julio de 2011

De "El hombre que tenía rayos X en los ojos" a "Transformes"

En la película El hombre que tenía rayos X en los ojos, hay un momento en que el protagonista explica angustiado a la chica-prota la angustia que experimenta al ver la ciudad a través de esos ojos que pueden atravesar la envoltura de los edificios: todo son cables y cementos, recuerdo que dice, y como espectadora me imaginé esa misma ciudad sin envoltorios que tristemente le aparecía ante su enfermiza mirada. El otro día fui a ver Transformers, la última que está actualmente en la cartelera. Aquí, sin ninguna descripción puesta en boca de  algún personaje, aparece crudamente esa ciudad desnuda que el hombre de rayos X intentaba describir. No experimenté tensión, ni me conmovió. Reconozco que el momento en que un edificio es atravesado por una gigantesca lombriz maquinaria me tuvo agarrada al asiento. Entonces, me di cuenta, que el cine fantástico de hoy en día me ha convertido en una espectadora pasiva. Mi imaginación ya no tiene que trabajar, ya lo hacen por mí. Y ese poco esfuerzo que supone el tan sólo alimentarse de las imágenes sin tiempo para digerirlas, tal vez me produzca un vértigo que confunda con esa "inquietud" activa que me produce el cine sin apenas efectos especiales. Es admirable como con sólo unas lentillas en los ojos, el hombre de los rayos X me fascinaba bastante más.

lunes, 11 de julio de 2011

Succionada por el tiempo

Hace años, o puede que tan sólo unos segundos, comprendí que mi tiempo interior no encaja con el tiempo exterior. El calendario marca los meses, el reloj marca las horas, y yo camino siempre dos pasos siempre retrasada. Creo que hasta llegaré tarde el día de mi muerte. Todos llorarán, cuando de repente llegue yo, e ingenua pregunte el porqué de tanto sufrimiento, los asistentes a mi funeral atónitos me mirarán, y antes de que me digan el motivo, todo mi ser se desplomará en el suelo. Después se reirán, porque sabían que tardé en nacer, por lo tanto debía también tardar en morir. 
Siempre necesité de un intervalo, de un paréntesis. No por motivos filosóficos, sino más bien físicos. Mi ser es lento, pero no perezoso. En conclusión, tiene su propio tiempo que no coincide con el tiempo exterior. Se que puedo ser motivo de irritación para almas más inquietas. Aunque no se lo crean, yo también soy nerviosa, aunque no lo manifieste. Tan sólo puedo decir, paciencia, y gritar: ¡esperadme, que ya llego! Así vuelve a escribir la Fisgona, tras un paréntesis físico donde no ha producido nada creativo. Es el tiempo de la Fisgona Indiscreta.