Las 5 de la tarde. Era demasiado tarde para una siesta, pero el cuerpo me lo exigía. Me tumbo en la cama y me cubro con una pequeña manta. Llaman por el interfono. Me sobresalto, estaba medio dormida. Pregunto quién es. Me contestan que están buscando a alguien en este edificio que hable ruso. No, yo no habla ruso, lo siento. Y me vuelvo a la cama. No recupero el sueño. ¿Me acaban de preguntar si hablo ruso? Seguro que sí, porque vivo en el Raval, donde todo es posible.
Este es el mejor artículo de La Fisgona Indiscreta.
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