miércoles, 2 de marzo de 2011

Un flâneur dentro de un gimnasio

Pasó su tarjeta bicing por el lector, éste le señaló el número 24. Mierda, era la bicicleta más alejada de todas las que estaban en fila dispuestas a que algún cliente las cogiera. Pedaleó Rambla del Raval hacia el mar, el carril bicing por un momento desapareció, es como el río Guadiana vuelve a aparecer más adelante. En Santa Mónica abandonó la bicicleta en su parada, y con la mochila colgada a la espalda caminó hacia el gimnasio. Cuando se hobo cambiado de ropa subió las escaleras que conducían a la clase: en el primer piso unos y unas corrían en la cinta, el ritmo de sus pasos marcaba su esfuerzo y el aliento; en el segundo piso otros y otras pedaleaban al ritmo de una música enloquecida dejándose el alma; en el tercero, la puerta estaba cerrada. La abrió, una música suave impedía que los pocos y pocas personas que allí estaban hablaran en voz alta. La clase de Taichí estaba a punto de comenzar. El flâneur que acababa de entrar les explicó el contraste de excitación de un piso a otro. La profesora sonrió y afirmó: -Aquí cada loco con su tema.

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